martes, 12 de noviembre de 2013

Edad

Tu edad se nota en tu cara, pero no lo suficiente como para no desear besarla con placer. A tu edad, tienes un cuerpo que muchas niñas quisieran poseer. Esa es la razón por la que pensé que eras menor de edad cuando te vi. La brisa alborota tu pelo, que aun en ese estado, no deja de ser bello. Me gustaría halartelo, pero me da miedo rompertelo. Mi cama es un poco incómoda, pero estoy seguro que dormir con ese par de almohadas que tienes en tu pecho me darían un sueño placentero. Esas almohadas me harían soñar en cómo sería vivir acurrucado a tí por siempre y hasta el fin de nuestros días. Siempre intento tenerte en frente de mí, para poder apreciarte en su máximo esplendor. Sin embargo, no puedo evitar verte de espaldas, ya que siempre te veo avanzas hacia adelante. Y avanzas de una manera tan imponente, que pareciera que quieres destrozar con tu cuerpo todo lo que se atraviese en tu camino. Estoy seguro que ese caminar es el causante de cuán tonificada está tu silueta. Pareces que estás cansada. Te veo sentada y noto que tu abdomen no encaja con lo esplendoroso de tu cuerpo. Es tan plano que solo imagino el gran esfuerzo que debes hacer para mantenerte en equilibro con esos senos… Te veo mirando al horizonte y hablando contigo misma. Me pregunto si estás repasando alguna exposición que debas realizar en clase, o si quizás estás calculando tus gastos monetarios. Una dama inteligente. ¡Cuánto no quisiera yo poder acariciar tu pelo! Te pones tus gafas de sol y al verte de frente, en ellas veo la patética figura de un hombre que se muere por besar tu boca. Como si pudieras leer mi pensamiento, giras la cabeza y de esa forma dejé de ver mi reflejo. Decido entonces también girar mi cabeza hacia un lado opuesto al que la giraste. Y tal cual torturador, vuelves a enfocar tus gafas en mí y percibo mi reflejo. Mientras me concentro de nuevo en mi anterior reflejo, bajas tus gafas y me miras por encima de ellas, con una mirada malévola y de júbilo, que me pareció que fueras capaz de enviar con ella impulsos eléctricos que recorrieron toda mi espina dorsal y momentaneamente me hicieron temblar. Tus bellos labios dejan entrever una ligera sonrisa de satisfacción y vuelves a desviar la mirada. Como siempre, perdí en el juego de las mirada. Esto me da una rabia tan grande que quisiera azotarte… tiernamente. Te veo charlar con otras mujeres hermosas, y tu ligera sonrisa incrementa de forma tan angelical, que se me aguan los ojos por ser tan dichoso de presenciar tan beato evento. Miro tus gluteos, y se me dificulta no pensar en vulgaridades, ya que me he criado rodeado de ellas, impidiendome de vez en cuando generar frases bellas. Pero tenlo por seguro que estoy haciendo un gran esfuerzo para que todo lo que salga de mi boca sobre tí sean solo cosas bellas y hermosas.

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