jueves, 14 de noviembre de 2013

Zebra

Cola de caballo. Vestida de listas blancas y negras, como las zebras. Eres de paso fino. Con belleza parecida a la tuya, Helena provocó la guerra en la que nació el Caballo de Troya. ¡Cuánto me encanta tu paso! Principalmente, por la forma en la que hace bailar a tu minifalda. Un sencillo pero bello collar adorna tu escote. Y al mirarlo, se infiltra tu boca a mi campo de visión. Esa entrusa que siempre me hace pensar en fresas, frambuesas y cerezas. Te sientas a mi lado y siento como tus curvas fabulosas se deforman ante lo apretada de nuestra situación. Situación por la que me siento agradecido, pues te mantiene pegada a mí. ¿Alguna vez has bebido de una copa levantándola sólo de su tallo? De esa misma manera anhelo posar mis manos en tu cintura, acercar mi boca al borde de tu cáliz, y beber de tu licor hasta quedar ebrio de amor. Luces tan ligera que podría cargarte en mis brazos y llevarte al fin del mundo. Una libélula que pulula por el follaje, despreocupada del mundo que le rodea, especialmente de mí. Tu atuendo tiene diminutos puntos amarillos, por eso al verte pienso que estás arropada de un cielo nocturno adornado de estrellas luminosas. Apoyas tu mano en tus caderas y esta acción hace que me percate de la elevación que tiene, de la que no me había percadado por estar absorto al mirar tu caminar. Me miras de lado, cuál alcón en caza, y esbozas un gesto alegre que atrae mi mirada: el perfecto imán masculino. El reflejo de la luna le da un brillo púrpura a las elevaciones y terrenos irregulares presentes en la cordillera de tu cuerpo. Mientras imaginaba esto, te moviste y pensé que había ocurrido un terremoto. ¡Cómo se movían esas elevaciones! Quisiera ser el agua que moja tu cuerpo mientras te bañas; el jabón con el que te limpias; la toalla con la que te secas. Recorrer cada rincón del laberinto de tu cuerpo, y nunca encontrar la salida. Parecemos caninos y/o felinos cuando rozamos nuestras narices, antes de robarte un beso chupando tu labio inferior. Te quejas de que soy algo rústico, pero en ningún momento me dices que no lo vuelva a hacer, malvada. Las Notas de Caramelos de Cianuro representan mi actual estado mental. Si me concedieran un deseo como a aladino, pediría estar contigo. No me importa que me digas cursi, siempre y cuando me quieras. Quisiera jugar a las escondidas y ocultarme bajo tu blusa, y de ahí no salir nunca. No camines tan rápido. Hazlo a una distancia en la que pueda contemplar todo tu esplendor. Expremir ese par de toronjas con mis manos, hasta sacar la última gota de jugo cítrico, endulzarlo con la miel que brota de tus poros, y tomarlo sorbo a sorbo. Como serpiente, quiero trepar por tí, cual si fueras el árbol de la vida, y darle un mordisco a tu fruta prohibida. Atravesarte, como lo hacen con los corazones las flechas de Cupido. Clavarme en lo más profundo de tu piscina. Sembrar mi semilla en tu tierra fértil y cosechar los frutos de la Madre Naturaleza. Tus obeliscos guían mi barco a atracar en tu puerto. No eres mía, pero no eso dejas de seguir siendo tan bella, hermosa, y atractiva. Se nota la larga trayectoria que en tu vida has recorrido, y aún así, cuando te miro, me siento enamorado. Aún así, todo luce firme en tí, desde tu carácter hasta tus…

- Ignacio Cortorreal en Gmail

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