viernes, 29 de noviembre de 2013

Florero

Un florero que contiene la más bella rosa que nunca haya visto jamás. Escogiste con sabiduría el recipiente de tu alma. Deseo saber nadar las aguas más profundas en tu océano pacífico. Parecen guardalodos blancos de Volkswagen. Frazada dorada que protege a tu cuello del frío, que quiero compartir. Diminuta pirámide escondida en medio de un par de colinas irregulares. Imán en forma de herradura que atrae todas mis herramientas metálicas. Huérfana de pistolas. Lonja de pan integral bañada en almíbar. Costalito de higo, que a pesar de estar apretado, se nota que está vacío y plano. Bebedero mestizo del que brota agua bendita. Tomar por el timón tu triciclo, llenar tu canasto con víveres y pedalear un largo camino hasta la estufa en donde cocinaremos el sancocho. Resulta paradógico el deseo que tengo de tenerte cerca, y de que al estar un poco alejada de mi, puedo percibir mejor tu belleza general. Me apresuro para aferrarme a un par de tubos plateados en un vagón del Metro lleno de personas. Mientras avanza, no puedo parar de contemplar ese verde paisaje se pinta a traves de un par de ventanas. Siento mucha curiosidad por las grietas del volumen tierra árida que cargas entre ese pozuelo de formas esféricas, color zapote de corte oblícuas y adornado con dibujos de flores blancas. Muslos gordos hacia abajo. Me gustaría remover las peluzas en tu pantalón. Aún subida en esas escaleras, puedo verte desde arriba. Imagino que bailo contigo mientras barro con una escoba de palo púrpura y cerdas negras. Un collar de asteroides verdes que orbitan alrededor de tu cuello y se posan entre esas dos magnas lunas que le robaste a Neptuno. Subir al tope de esas robustas matas de coco y beberme el agua de sus frutos. Los movimientos que definen las caricias que te hago son tan diversos que podrían pertenecer a variantes del karate o kung fu. Katarina te envidiaría. El azul marinero de tu blusa tiene en itinerario navegar por mares desconocidos. Tus binoculales le ayudarán a divisar tierra a largas distancias. Blanca inocencia recubre y ciñe tu ser. Despues de pasar por debajo del portón de la F.A.D., recorro casi dos kilómetros para llegar al colegio. Una rosa rosa conducía a una persona en un Corolla por la Mella. La Persephone perfecta para este Merovingio. Sólo me queda mirarte fíjamente para crear en mi mente una imagen de ti, y hacerle a esa imagen todas las cosas que hacerte quiero y no puedo: respirarte profundamente a ambos lados de tu cuello, mientras recorro con mi cara toda la superficie de la tuya, con mi mano derecha acariciando tu pelo lacio y largo, tú abrazandome fuertemente, con tus brazos alrededor de mi tórax, y yo con mi mano izquierda acariciándote delicadamente la espalda. Dejo de acariciar tu rostro con el mío y procedo a hacerlo con mis manos. Jugueteo con tu naricita y tus orejitas. Como si no te gustara el jueguito, te volteas y te recuestas de mí. Te abrazo de forma tal que me permite acariciar tu abdomen y jugar con tu ombligo. Te hago cosquillas. Alzas la mirada buscando mis ojos. Con sonrisa angelical me dices "Te amo." Luego buscas mi boca y yo lentamente me acerco a la tuya. Estás tan cerca que puedes respirar mi aire, a sólo un milímetro de mí… "Próxima estación: Juan Pablo Duarte." Así fue como el Metro me devolvió a la realidad y me hizo verte alejarte de mí.

- Ignacio Cortorreal en Gmail

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