jueves, 21 de noviembre de 2013

Gordita

Gordita, redondita y mulata, como bizcocho de chocolate. Su piel y su carita son ricas como las hojuelitas. Delicada como porcelana, firme como muralla. Quiero causar una inundación de palabras que digan cosas bellas de tí. A pesar de mis deseos, se me hace imposible reducir tanta hermosura a palabras, pero este deseo de describirte no se me quita. Esa pollina tan grande y larga te sirve perfectamente como protección solar y facial. Tanta belleza me intimida, me aterra, me pone a temblar. Tengo que cerrar los ojos y respirar profundamente durante un minuto para controlar lo que siento al saber que tanta hermosura está al alcance de mi mano, como un sabroso pastel, como un maletín abierto lleno de miles de dólares. Tal es la emoción que me haces sentir. Chocolate es lo que pienso al verte. La redonda faz de eclipse solar enfoca sus penumbras sobre la llanura por la que camino. A lo lejos diviso dos grandes montañas eregidas por el hombre, en cuyos topes existen helipuertos capaces de soportar un jet AV-8B Harrier II. Oigo tu voz y mi pecho quiere reventar. El pensar en tí de esa manera me tiene desenfocado en todo. Quisiera ir corriendo a casa y dormir, y que el sueño se lleve todos estos sentimientos, pero todavía falta mucho tiempo antes de salir. Cada segundo se convierte en una larga tortura. ¡Que alguien me arranque este sentimiento de raiz, por favor! Este descontrol me hace desear un corazón hueco. Lo triste de este caso es que presiento que el tiempo de descanso no será suficiente. Necesitaré tres o más noches para por lo menos deshacerme de tu recuerdo. Como siempre, todo sigue igual y nunca pasa nada que salga de lo normal. Esta emoción que siento no sé si la produce la belleza que tengo cerca, o la hermosura que me queda lejos.

- Ignacio Cortorreal en Gmail

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