lunes, 11 de noviembre de 2013

Apetito

Tu estatura me intimida. Pareces un recorte extraído de una revista de moda. Intento verte desde todos los ángulos que me sean posibles, y no puedo encontrar una sola imperfección en tí. Diminutos rayos y centellas en tu cabello son sólo la vista preliminar de la tormenta que tu mera presencia genera en mi débil corazón. De no ser por la paz que se manifiesta en mí al mirar las flores en tu atuendo, viviera en una tempestad descontrolada. No entiendo cómo tu cuerpo puede soportar tanta belleza sin estallar como bomba atómica. Por más incómodo que sea el asiento, imagino que deberías sentirlo muy acolchadito. Pienso en esto se me escapa un suspiro… Esa forma en la que me miras de reojo y recorres tu vista por todos los alrededores, para luego de unos minutos volverme a mirar de reojo, me hace tener la idea de que puedes tener un ligero interés en mí. ¡Ay de mí si caigo en esa trampa! Siempre sufro cuando me siento muy seguro. Por eso prefiero seguir amándote así, sin que lo sepas. Tengo miedo que este sentimiento contenido me de gripe y me enferme, aunque de ser así, un buen par de naranjas repletas de vitamina C me ayudarían bastante… Nunca me había acercado tanto a tí como para poder contemplar lo apetitosa que luce tu boca: suave como algodon, tierna como una rosa, y tan carnosa que se hace agua mi boca. Accidentalmente tu mano rozó con la mía. Me miraste y te miré, y compartimos una sonrisa. No te imaginas cuanto desee apretarte entre mis brazos desde aquel momento, y bajarte desde esos dos altos alfileres a los que subiste. Esos que permiten que tu mirada se nivele con la mía. Te veo caminar por la calle. ¡Cuánto no daría yo por ver que una fuerte ventisca haga que tu vestimenta muestre más de lo que debe! Tu blusa de tiros me hace desear tomar la temperatura de la piel que te deja al descubierto. ¿Sentirías cosquillas en ese esbelto cuello? Al verte de espaldas, se me ha difícil no bajar la mirada y hundirme en una gran sumisión al percibir desde ahí el magnífico poder que posees. A veces pienso que tenerte tan cerca es un regalo de Dios para que deje de pensar en las cosas malas de la vida y enfocarme en las buenas… pero sólo hasta el momento en que te alejas. Veo a un par de tortolos abrazados y me pregunto cómo se sentiría abrazarte. Estoy seguro de que temblaría mucho más de lo que tiemblo tan solo de pensarlo. Sueño con poder acariciar toda tu cara utilizando la mía, y bromear chocando tus anteojos con los míos. El hombre más desdichado del mundo luego de contemplar tu cuerpo, entenderá que tiene un propósito más grande en la vida, aunque no lo vea, lo siente. Esa es la clase de emoción que genera tu presencia. Y justo en este momento es cuando me das esa mirada de miedo, una de las que más detesto. No debes de sentirte nunca asustada de mí. Nunca te haría daño. De la única forma en la que yo te mataría, es a besos. :*

- Ignacio Cortorreal en Gmail

1 comentario:

  1. Yo me imagino el nivel de ansiedad y explosiones química del cuerpo cuando sucedió esto: "Accidentalmente tu mano rozó con la mía. Me miraste y te miré, y compartimos una sonrisa"

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